
ENTRE LA CRISIS Y EL ARTE
BAILARINES
Pocos son los artistas que llegan a formar parte de la única compañía de ballet de Caracas. El camino es duro, y requiere gran compromiso y disciplina dentro y fuera del salón de baile. Aún así, y a pesar de la exclusividad de su trabajo, varios de estos bailarines deben buscar empleos adicionales que les permitan cubrir sus necesidades y no abandonar su más grande pasión: la danza
Roberth Aramburo presenta "La condesa sangrienta", producción del 2017 para el Teatro Teresa Carreño, celebrando los 24 años de vida artística de Claudia Olaiz. Para llevar a cabo las presentaciones se ha hecho necesaria la solicitud de colaboración económica. Vídeo: Roberth Aramburo.
etrás de cada rol, giro y movimiento, se hallan jóvenes artistas con historias de sacrificio y perseverancia que los llevaron a convertirse en bailarines profesionales de ballet. La iniciación es un poco más sencilla para las mujeres que para los hombres, quienes deben enfrentarse a los prejuicios de aquellos que consideran que su inclinación artística va directamente relacionada con su orientación sexual, pero más allá de eso, y tal como cualquier ciudadano venezolano promedio, la mayoría se enfrentan a una realidad no del todo favorable en el ámbito laboral y económico una vez que se hacen artistas profesionales, y aún más cuando sólo una compañía de ballet sobrevive en la ciudad capital.
Además de sus rutinas de ejercicios, dietas y ensayos, algunos de estos bailarines no sólo trabajan haciendo arte, sino que también deben encontrar nuevas alternativas para poder cubrir sus gastos habituales e incluso para poder presentar producciones nuevas. Tanto el actual director de la Escuela Integral de Ballet Nuevo Mundo, Fred Bordeianu, como el Coordinador del Ballet del Teatro Teresa Carreño, Luis Penso, coinciden en que años atrás esta realidad era muy diferente, pues el sueldo en cualquier compañía de ballet venezolana podía equipararse al de un político o profesional bien pagado, por lo que un bailarín sólo debía preocuparse por su rendimiento en las presentaciones.
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LOS ROSTROS DEL BALLET
Para el bailarín del Teatro Teresa Carreño, Danny Rojas, pensar en vivir del arte es casi una utopía. Aunque es licenciado en comunicación social, alterna las actividades dentro del teatro con su labor como instructor de pilates. Reconoce que desde el inicio supo que el camino no sería fácil y que nunca pensó en hacerse millonario con la danza, pero aún así, la satisfacción de hacer lo que le gusta es la que lo motiva a continuar.
Danny Rojas, bailarín de la compañía de ballet del Teatro Teresa Carreño. Vídeo: Estefany Pérez.
A Kelly Colmenares la pasión por el ballet le llegó por obligación. A temprana edad fue inscrita en una academia de danza para controlar sus problemas de conducta y luego, a los ocho años, decidió tomar en serio su camino como bailarina. Hoy, es uno de los nuevos rostros de la compañía de ballet del Teresa Carreño y reconoce que aún recibe ayuda de sus padres.
El bailarín barquisimetano Luis Corona se enfrentó a los señalamientos que quienes aseveran que la práctica de la danza va ligada a la orientación sexual y decidió seguir su camino como bailarín. A los 21 años se profesionalizó y aún hoy, a sus 42 años, sigue siendo miembro de la compañía del Teatro Teresa Carreño.
Según Corona, la razón del gran éxodo de bailarines no es la paga reducida, sino el bajo número de presentaciones. Además, relata las historias de aquellos que, por permanecer en el cuerpo de baile de la compañía, se ven obligados a soportar situaciones adversas.